El aire frío me pegaba de lleno en la cara, ir de noche en la caja de una camioneta no es lo más cómodo del mundo. Mi estómago vibraba cada cinco minutos y la borrachera del día anterior -o de las horas anteriores, mejor dicho- acosaba mi cabeza.
Sin embargo no importaba mucho, los buenos ratos que había pasado compensaban todo malestar de aquel momento.
No tenía rumbo, sólo me había subido en la camioneta por que era un mejor lugar que la carretera. Siempre he preferido mantenerme en movimiento.
Enfrente de mí un sujeto sudamericano no dejaba de hablar con mi chica sobre las concepciones de la muerte que tienen en cierta zona de Ecuador, de donde él era originario. Ocasionalmente le coquetaba y la invitaba a seguir el camino con él, pensando que yo no lo podía escuchar.
A mi lado se encontraba una chica francesa que no hablaba español, supe su lugar d origen por la marca de vino que iba tomando, sólo comercializada en una pequeña región al sur de Francia.
El último personaje que compartía un espacio en la caja era un sujeto del norte de África, quizás argelino. Sabía varios idiomas, y según él, se había criado en el camino. A su padre le habían cortado las manos por robar comida, poco después la herida se le infectó y murió. Ante tal situación su madre decidió emigrar a España en donde trabajó como prostituta.
Cuando Ahmed cumplió quince años comenzó a vagar por Europa.
A pesar de que mi historia personal fue más amigable conmigo mismo, me sentía identificado con Ahmed. El concepto de intelectual surge del judío errante, incapaz de acoplarse a ningún grupo. Reflexivo de su condición comienza a pensar su realidad.
Para mí, Ahmed era un intelectual.
Ahmed me contó que había dos cosas que no le gustaba cargar en exceso: la ropa y los prejuicios. Le encantaba la aventura, me dijo que la renovación continua de situaciones impedía el vicio en las relaciones y el surgimiento siempre inevitable de los malos ratos. Me platicó que cuando estás en un lugar en el que no hay personas que conocen tu historia puedes aflojar el sentido ético, existen grandes posibilidades de ganancias rápidas y puedes ser quien quieras ser. Es la máxima expresión de la libertad.
Cuando le pregunté su destino, me dijo que era Londres, la ciudad de la eterna neblina. Entendí la magnitud de esto mucho tiempo después.
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