Todo estaba puesto aquel día: la música, el alcohol, el ambiente. Cuando el «clic» de la puerta me avisó que ésta estaba cerrada correctamente, la noche y sus formas me envolvieron por completo. Todo se hacía oscuro, pero ese lenguaje lo conocía. Podía ir a tientas porque sentía la situación.
El radar captó algo: un escaneo veloz la identificaba y pronosticaba lo inminente.
«¿En qué piensas?» dijo la chica. Le respondí cualquier cosa y seguí precisando la jugada. Me paré, apenas distinguiendo lo que había alrededor. Me acerqué a la pared, la palpé y siguiendo su infalible destino llegué a ella. Subir el pequeño interruptor dejaría de lado todas las suposiciones; nos presentaría súbitamente y las expectativas encontrarían bases o morirían prematuramente. Pero no, no deseaba eso. Deseaba el misterio que a los occidentales nos atrae y nos asusta. Toqué su muñeca, subí por su brazo hasta llegar a su cuello. Toqué sus labios.
Al día siguiente una ducha fue suficiente para volver al juego.
eaa, me gustó un chingo excepto por el final jajjaja
ResponderEliminarsupe q no estaria solo??????