La elección del tema de esta semana (pasada ya) fue mañosa. Mis visiones del mundo son simplistas, si quieren. Ilusorias, ingenuas también. Pero de otra manera no podría seguir existiendo. No podría levantarme cada mañana, aunque casi siempre me cuesta mucho trabajo, pero lo hago y sigo en lo que ahora (que soy tan joven) me parece un eterno caminar.
Tal vez me equivoqué y la pregunta-tema no debió ser “Por qué a las langostas no les gusta que las hiervan vivas” sino “Por qué no entendemos que a las langostas no les gusta que las hiervan vivas”, o más bien, “Por qué no nos importa hervir vivas a las langostas”. Qué importan las respuestas a estas cuestiones… Dicen que como humanos, portadores de la razón y el pulgar oponible para materializarla, tenemos el derecho de poner una langosta viva dentro de una olla, porque sabemos que sabe bien, y como humanos que somos, tenemos derecho de someter a otros seres, de la nuestra o de otra especie, porque quizá nos es más cómodo, porque quizá es mejor para el que puede hacerlo. Yo no tengo las palabras para compartir mi preocupación, ni mi tristeza, y tampoco para describir el dolor que nos provocamos los unos a los otros. Sé que está ahí, como muchos, pero no puedo simplemente voltear a mirar a otro lado, como muchos tantos.
Dice Bruno Latour que la modernidad ha impuesto su visión sobre lo que ella misma considera Naturaleza y Cultura (y el fantasma de Lévi-Strauss me persigue hoy). A partir de esta categorización muchos han redefinido las fronteras entre una y otra, pero la división siempre está ahí. Para otros, para quienes no comparten la visión occidental hegemónica, tanto para los grupos humanos periferizados por ella misma, como para intelectuales como el mismo Latour que dice que la separación Naturaleza-Cultura no sólo no existe, sino que no es posible. Sinceramente, no tengo ánimos de exponer sus argumentos*, pero ahí va algo:
Esa categorización sólo es la justificación de una asimetría impuesta por la hegemonía, por los occidentales, los modernos (y los “posmos-pasmados”), los civilizados, los vencedores, los que controlan, los (humanos) que tienen el poder. Así como tenemos que entender que cada colectivo humano construye su relación particular con lo que los modernos llamarían “naturaleza”, es necesario rechazar que somos poseedores de algo que se está disolviendo por nuestra causa, pero de lo que curiosamente formamos parte, y de lo que, cagadamente, dependemos.
Atáquenme pues, ante la debilidad de mi discurso; tienen el derecho pues quizá no me explico lo suficiente, y tienen el derecho, porque sabe bien tener la razón. A pesar de todo, de que las cosas no cambien, y me digan que no vayan a cambiar, todas las noches regreso a la cama para levantarme al día siguiente puesto que (dice Galeano, y su palabra me es suficiente) tengo, como todos, el derecho soñar…
Hasta la próxima.
*En todo caso, si se trata de eso mejor leerlo a él, ja!
Al igual que Galeano en su "derecho al delirio" me gustaría que los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas, pero lo hacen. En mí se gesta una suerte de anhelo por el idealismo mezclado con el reconocimiento de la realidad: no estoy de acuerdo con la imposición, pero en última instancia es la fuerza y no la razón (no hablo de la razón que Adorno y Horkheimer critican como instrumental para el capital, sino con la que ellos critican, la que inaugura Kant, que significa llegar a las últimas consecuencias algo) la que prevalece. El sistema político-económico en el que vivimos es injusto y promueve la desigualdad, pero también sé que un movimiento armado cobraría muchas vidas y no garantizaría ningún cambio efectivo.
ResponderEliminarEs horrible lo que le hacen a los toros en las corridas, pero el dinero que se mueve en esas actividades no dejará que se dejen de hacer.
Hay un punto acá que no hemos tocado y es de suma importancia: lo que denota la vida del hombre moderno es su actividad económica privada. No hay vuelta atrás. Vivimos en un desarrollo sistémico que es dominado por los poderosos (económica y militarmente) y sólo será reemplazado por nuevos poderosos.
En fin, aquello que empezó en Buenavista con la toma del Che Guevara ahora se puede leer en este blog. A mí tampoco me gustan cómo son las cosas, pero creo que lo que yo pudiera hacer es insignificante. Como ya has visto, me dan bajones emocionales que despiertan a las personas en la madrugada.