domingo, 4 de diciembre de 2011

Las personas somos muy extrañas, man.
Un tal Heidegger decía que la diferencia principal entre los humanos y el resto de los animales, radica en la capacidad de los primeros para dejar la cosa ser en cuanto tal, es decir, la posibilidad de apreciar las cosas como fines y no sólo como medios útiles para la consecución de fines.
Por otro lado (distinto a: "por el otro lado", pues no estoy poniendo a pelear a esos señores) Dufour menciona que nos distinguimos de los animales no humanos por tener conciencia de la temporalidad. En otras palabras: para Dufour el animal no humano se entrega plenamente al presente, lo habita sin concebir pasado o futuro.
No pretendo traer a esta mesa que Roybert amablemente dispuso, un inagotable debate posthumanista, sin embargo, en los primeros acercamientos al tópico de la semana vino a mi mente la cuestión de la gente y el momento.
Alguna vez escuché a un vato decir algo similar a: "No lo disfruté, no es muy hábil, pero es fulanita de tal y me acosté con ella". Modifiqué la frase original con eufemismos, sobra decir.
No fui el único escucha de ese testimonio, la anécdota fue narrada a, cuando menos, cinco personas más.
Y está también aquel caso de la adolescente enamorada de menganito, a quien no veía jamás, pero era menganito. Y ella era la novia de menganito.
Y las camisas idénticas, excepto en dos detalles: el precio y la marca de la etiqueta.
Y el médico homosexual, esposo y padre.
Y está, por supuesto, aquel chico que es solitario para contarlo a los demás cuando deja de serlo. Por ejemplo los hikikomori, a quienes Roybert alguna vez mencionó en este blog, chicos japoneses que deciden tener vidas aisladas, pero que se reunen en foros de internet diseñados especialmente para ellos.
Los medios y los fines.

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