“Esto fue planeado” repito esas palabras casi todos las tardes de domingo desde hace dos años, no hay otra explicación.
Puedo imaginar arquitectos e ingenieros de aquel entonces configurar su obra a futuro, de algún modo sabían que yo habría de nacer, escogería una carrera y manejaría un cutlass para escapar de la ciudad cíclicamente, seguramente contemplaron el punto estratégico por el que pasaría cada séptimo día.
Ahora tengo ventiún años y su plan continúa funcionando: cada vez que me encuentro junto a la inmensa refinería, seca y gris ella, recuerdo por qué debo mantenerme recto y pisando un poco el acelerador, pues una ciudad cuyo principal símbolo es semejante monstruo nunca es bella, y una ciudad que no es bella nunca realmente tendrá los brazos abiertos para ti, ni siquiera si fue su cielo el primero que viste.
Pero no me malinterpreten pues no soy ingrato, cada vez que me encuentro en tan importante punto dirijo una mirada cariñosa a la ciudad, aunque debo admitirlo, sólo a través del espejo retrovisor.
Hasta el viernes, Salamanca.
Hola, esta entrada es parcialmente ficticia y debo admitir que se trata de un producto reciclado, pues la había escrito antes con otro fin, sin embargo describe mis sentimientos respecto a la ciudad de refinerías.
ResponderEliminarJAJAJA me latió
ResponderEliminarPues como ya te lo dije...
ResponderEliminarme encantó!
"Hasta el viernes, Salamanca."
Cool
el espejo retrovisor y "la ciudad de refinerías" está bueno
ResponderEliminara mí también me gustó lo del retrovisor, los objetos siempre están más cerca de lo que parecen... eaa, me dio una sensación de claustrofobia y nostalgia jaja muy sincero
ResponderEliminarme imagino esa refinería (como se describe en el texto, la he visto "en vivo") como uno de esos íconos de la era postindustrial man, eres tan poético cuando no bebes... jejeje
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