La naturaleza me hizo una jugada
Como todos los días, desde hace tanto tiempo que es difícil recordarlo con exactitud, el profesor Gale se despertó quince minutos antes de las siete, que era precisamente la hora en que el chico del servicio de repartición de periódicos pasaba frente a su casa y arrojaba al tapete de la entrada la edición diaria del New York Times. El profesor se levantó de la cama, se puso su bata y sus pantuflas y fué a recojer el periódico, finanzas, deportes, noticias del mundo , bah! , el profesor había renunciado hace tiempo ya a leer el diario, sin embargo, el hecho de recibir uno todos los días, le recordaba que había un mundo allá afuera, por ello lo dejó en la silla que esataba en el corredor antes de llegar a la sala, o lo que en un tiempo lo había sido. Hacia varios años que no dejaba su casa y en especial, su laboratorio, instalado primero en el sótano pero que ahora abarcaba la mayor parte de su hogar, excepto claro, la habitación donde tantas veces había dormido con su difunta esposa.
Después de un modesto desayuno, una tostada con mantequilla y unas tres o cuatro tazas de café negro bien cargado de las cuales había derramado casi la totalidad de la última en el suelo mientras caminaba hacia la habitación , el profesor tomó una ducha y se pusó a trabajar en lo mismo en lo que había trabajado lo que le parecía una eternidad.
Cada vez que se sentía superado por la impotencia o por la frustración, recordaba el día en que vio morir a su esposa y la promesa que se había hecho, el encontraría la forma de vivir por siempre, para que así nadie tuviera que sufrir lo que el sufrió cuando la muerte le arrancó de los brazos a su amada, y así recobraba los ánimos. Pasaba tanto tiempo enfrascado en sus pensamientos y experimentando con plantas y ratones que creía una pérdida de tiempo hacer cosas como salir a pasear, invitar a sus colegas a tomar unos tragos, incluso había dispuesto las cosas de tal forma que el hijo de la vecina, el pequeño Billie Jean, le llevaba diariamente algunas provisiones o cualquier cosa que el profesor dejara anotada en la pequeña pizarra colgada en la puerta trasera.
Su laboratorio era un lugar bien ordenado, habían matraces, tubos de ensaye, pipetas, probetas, mecheros y demás aparatejos un tanto complicados, llevaba un diario de sus avances y el día en cuestión, estaba seguro de que no le faltaba mucho para inventar el elixir de la vida eterna.
Había conseguido ya que una planta viviera cuatro veces más de lo que se suponía era lo normal y quer varios ratones recuperaran la salud después de haber estado prácticamente en agonía, sin embargo, tarde o temprano, todos habían muerto. El profesor sabía que el detalle que le faltaba para tener éxito era tan pequeño que una vez mas tuvo un ataque de ira y después de maldecir y arrojar a las paredes cuanta cosa encontraba frente a él, quedo exhausto, y cayó desmayado por el cansancio y la falta de energía, tomando en cuenta que eran ya las diez de la noche y no había comido mas que un pedazo de pan hace varias horas ya.
Mientras yacía en el suelo del corredor que comunicaba la sala con las habitaciones, el profesor Henry Gale tuvo una revelación, finalmete entendió que era lo que le faltaba y como reanimado por un desfibrilador, volvió en sí y de un salto se incorporó, al fin lo había logrado, había descubierto la fórmula para la vida eterna, corrió mas rápido que nunca por el largo corredor hacia la sala en busca de un marcador para escribir la idea que había tenido, temeroso de que , de no hacerlo, pudiera olvidarla, corrió tan rápido y estaba tan preocupado y felíz y tan enloquecido, que olvidó el café que había derramado antes y al pasar por allí, resbaló, al caer, trató de sujetarse de algo y encontró la silla donde había dejado el periódico, sin embargo lo único que logró fué derribar el periódico y caer junto con él.
Una mancha de sangre se esparcía por el suelo debajo de la cabeza del profesor mientras yacía inmóvil en el suelo, con la vista fija en el encabezado de la primera plana del New York Times. Richard Nixon Renuncia!!, la fecha , 10 de abril de 1974, no era posible, si lo pensaba, habían pasado por lo menos... muchos años desde esa fecha ya que su esposa, Mary, había muerto en 1975, entonces recordó todo, llevaba una eternidad leyendo el mismo encabezado, resbalando con el mismo café , y pensando lo mismo que estaba pensando justo ahora: tiene que ser una broma! unos pocos segundos después el profesor murió.
Al día siguiente, Como todos los días, desde hace tanto tiempo que es difícil recordarlo con exactitud, el profesor Gale se despertó quince minutos antes de las siete, que era precisamente la hora en que el chico del servicio de repartición de periódicos pasaba frente a su casa y arrojaba al tapete de la entrada la edición diaria del New York Times.
Me gustó el giro, pero no tanto la historia de la esposa muerta, eaa , yo que sé.
ResponderEliminarUn saludo man