ME DEJÓ IR

Hola a gente cool y buen rollo,
¿Quién soy?

Soy Janet y amo los gatos, la verdad es que no. Estudio psicología y tengo que confesar que aun no entiendo para que sirve (pues me encontrado a tantas personas hablando de lo mismo sólo que sin términos “científicos”).

Nací en Dolorcitos Hidalgo, Gto., pero desde hace dos años y medio he estado viviendo en Qro, en los primeros semestres de mi estancia en esa ciudad anhelaba regresar a mi rancho, extrañaba a mi familia, la comida recién hecha por mi mamá, las peleas con mi hermana y la tranquilidad de mi pueblito, a veces las platicas absurdas con mis amigos que en el transcurso de estos más de dos años se fueron perdiendo y extrañaba sobre todo al que en su momento fuese el amor de mi vida.

En estos días esa nostalgia por regresar a Dolores no es tan apremiante, ya me acostumbre a mi pequeño cuarto, a no avisar a donde salgo y menos dar explicaciones de porque no llegue a dormir; vivir sola es vivir bajo mi criterio.
Tengo 20 años y no quiero llegar a la vejez así que quizá y sólo quizá me salte esa etapa y vaya directo a la muerte. Soy ruda y niña a la vez; me gusta ser directa y las verdades adornadas me dan flojera, aunque he aprendido que son necesarias. Me gusta la nieve, los tacos de tripa, las gorditas de bistec, la cerveza oscura y el whisky.

También me gusta leer entre mis autores están Saramago, Navokob, García Márquez, Laura Esquivel, Javier Marías, Fuentes, Paz, y otros que no recuerdo.

Tengo que confesarles que cada semana los leo y me gusta más leerlos que plasmar mis ideas sin embargo aquí estoy intentando organizarlas todo gracias al estereotipo occidental de galán mejor conocido como Augusto o Dios según sus delirios de grandeza.

Me dejó ir...

Tenía ocho años la última vez que lo vi, vestía de blanco y venía por mí.
Eran las once y un cuarto, o tal vez era medio día. Estaba tras una gran ventana de vidrio, hizo señas para que fuera a él y ahí estaba yo del otro lado deseando con todo mi corazón poder abrazarlo.

Cuando al fin estuvimos juntos sin grandes ventanas vi sus ojos, casi negros que lloraban por mí, pues a pesar de que ese vidrio que nos separaba se había esfumado no podíamos partir; había tomado su mano y no quería soltarlo, sentí miedo de no volver a verlo y justo en ese momento él soltó mi mano, volví a ver su cara, sus ojos estaban en lagrimas otra vez.

Se fue y no pude gritarle que regresara, no pude decirle cuanta falta me hacía, tengo que admitir aunque en ese entonces no sabía el porqué, pero no quise que lo supiera como tampoco quise que supiera el dolor que me causaba ver su propio dolor, fue por esa razón (por su dolor) que no derrame ni una sola lagrima en su presencia.

Al final no entendí cual fue el obstáculo que le impidió llevarme con él, por mi parte no hubo negativas.

Él me dejó ahí, me dejó y aun no entiendo cómo fue capaz…